¿Cuánto me quejo y cuánto hago para cambiar? Es una pregunta que hace pocos meses empecé a hacerme y fue el punto de partida para empezar a correrme del papel de queja y pasar a la acción.
La queja es una gran fuga de energía! De hecho, si nos quejamos todos los días, de forma constante, terminamos agotados. Hay gente que se queja de todo: del clima, del tránsito, de la pareja, de los familiares, de los amigos, etc. Sería genial que podamos identificar si tenemos este tipo de actitudes y cuan a menudo. No es que no nos podamos quejar nunca, pero mientras menos nos quejemos vamos a sentirnos mejor, sencillamente por estar menos tiempo con esa carga negativa. La queja nos predispone mal, se siente en el cuerpo la mala onda, esa energía negativa que tiñe todo. Nadie nos obliga a ponernos en ese lugar, sino que lo elegimos nosotros mismos. Nos guste o no es así, hay que hacerse cargo!
Es fácil detectar cuando el compromiso de alguien es quejarse pero no quiere cambiar la situación que ocasiona la queja. Cuando nos empecemos a escuchar vamos a poder detectar fácilmente qué compromiso tenemos: ¿Queremos quejarnos y estar mal o vamos a actuar para cambiar eso que nos molesta?
Cabe aclarar que hay situaciones que no las vamos a poder cambiar, simplemente porque no dependen de nosotros. Algunos ejemplos son: “Qué tráfico de porquería, siempre lo mismo!”, “Mi jefe es un estúpido”, “La juventud está perdida” y así podría seguir largo rato. Es claro que en estos casos nada vamos a lograr quejándonos!
Aparte de estas situaciones que no dependen de nosotros, hay muchas otras que sí dependen de nosotros y que podemos cambiar. Siempre podemos elegir cómo nos paramos ante la vida.
No es un camino fácil esto de dejar la queja de lado. Hay que tener voluntad de hacer el cambio, pero se puede empezar de a poco.
¿Cómo empezar a dejar la queja de lado?
1. Escuchar nuestras quejas
El primer paso es ser conscientes de nosotros mismos y detectar si realmente queremos cambiar la actitud de queja. Prestemos atención cada vez que nos escuchemos quejándonos de algo. Todavía ni siquiera pensemos qué hacer, simplemente identifiquemos la queja.
2. Identificar qué depende de nosotros y qué no
Supongamos el caso que nos encontremos en un embotellamiento. Es totalmente claro que no podemos hacer nada para cambiar la situación. En los casos que no dependan de nosotros, busquemos una actitud que no sea de queja. Puede ser, por ejemplo, escuchar algo de música que nos ayude a sacar el foco de atención del embotellamiento. Lo importante es primero, poder acallar nuestras palabras (para no contaminar a los demás con nuestra mala onda) y segundo, poder acallar la mente de quejas inútiles.
3. Actuar
Ya vimos que hay situaciones que no dependen de nosotros, pero hay muchas otras que sí. En este caso primero debemos preguntarnos ¿estamos haciendo algo para cambiar la situación? Si ya tomamos partido quizá solo sea cuestión de tener paciencia. Pero si hace meses que nos quejamos de lo mismo y todavía seguimos quejándonos, algo estaremos haciendo mal no? Empecemos a pensar ¿es realmente un problema o nos quejamos de gusto? ¿Qué necesitamos para que esta situación ya no nos cause malestar? ¿Cómo logramos eso que necesitamos? Esta última pregunta deja a muchas personas encalladas en el camino: ya sea por ansiedad (está pasando A pero queremos que pase B ya mismo) o por ver la situación como un gran desafío para el cual parece no haber solución. Independientemente del caso hay que empezar en algún momento. Si nunca empezamos a generar ese cambio que necesitamos, nos vamos a encontrar dentro de un año quejándonos de lo mismo. Asique a activar, basta de queja inútil por favor. A esto me refería cuando dije “de la queja a la acción” 😉
Palabras finales
Mi intención con este post es generar la inquietud de prestar atención a nuestras quejas. Luego cada uno puede decidir qué hacer, si seguir quejándose o hacer algo para que esas quejas desaparezcan.
Vale aclarar…
A veces la queja puede ser buena cuando nos impulsa a actuar! Como dije al comienzo, no es que esté mal quejarse o algo así. El tema es poder dejar de lado la queja inútil, esa que nos llena de mala energía y no trae ningún beneficio.
Me despido con esta frase:
“El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie, el realista ajusta las velas”, William George Ward
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